Rue principale, Bourg du Saites |
La
villa está despierta. Se escuchan martillazos, motores, un grupo de niños reman a toda prisa en sus kayaks, ríen con gozo y gritan
“bon jour!”. La alegría flota en esas canoas plásticas. Luego
se alinean cerca de la boya que marca donde descansa un barco
hundido; y desaparecen en intrépida carrera, dejándome la sensación
de un flash.
La Iglesia suena sus campanas que marca las 7:45 de la
mañana. Veo un hombre vestido de blanco que camina por el muelle y
un perro que corre felizmente a su encuentro. Todos los veleros en la
bahía permanecen silenciosos, son tan tranquilos. A lo lejos uno
pasa con sus velas izadas y detrás de él se asoma, entre la neblina, la isla de Guadaloupe, recordándome que debemos partir.
El
norte nos espera inevitablemente. Le digo: ¡es
tan bello aquí! Mientras sueño con un futuro en esta tierra. Este
lugar me dona una paz interminable, el sonido de las olas cuando
rompen en las rocas y la luz del sol tintineando como estrellitas
alrededor de los botes pesqueros anclados a la orilla.
Los
niños caminan hacia la escuela. Las campanas otra vez. Son las ocho.
Una gallina cacarea corriendo alrededor del huevo. El gallo canta.
Una cabra en la loma llama a su mamá.
La
villa se despierta y yo sueño con ella.
AnechyNotes
Îles
des Saints, Guadeloupe
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