Wednesday, March 12, 2014

La música del motor

Febrero 25/2014

El pronóstico de tiempo estaba mal, equivocado o adelantado. Se suponía que el viento vendría del noroeste, pero en cuanto Salty Shores asomó su nariz fuera de las costas de St. Barth, todo se hizo más claro: sureste, el viento venía del sureste. Las alas de mi corazón se pusieron mustias, eso significaba que no íbamos a poder navegar meramente con las velas. Y en efecto, tras unas pocas horas de largo intento, solo avanzabamos a 3 nudos por hora. A ese paso, la jornada de 24 horas se haría más larga e incomoda. El capitán me miró con lastima, mientras arrancaba el motor. Yo acababa de tomarme mi segunda dosis de neutamine (pastilla para el mareo). Luego me preguntó si me sentía bien, y solo le respondí que tenía hambre, un hambre voraz. La noche anteriorhabía sido dura, la crisis de gastritis se repetía por tercera vez, tanto que tuve que disculparme con los amigos que habíamos ido a visitar en St. Barth; por eso tenía tanta hambre.


Yo bajé a la galería a preparar un sandwich, algo muy sencillo, con espinacas y huevos hervidos. No habíamos acabado de almorzar, cuando un pez se enganchó en el anzuelo. ¡Ah, una tuna! Pensamos los dos, por el tamaño y el plateado de sus escamas, pero cuando la teníamos cerca se hizo evidente, era una apestosa barracuda. Jim bajó a buscar guantes y una pinza, para librarla del anzuelo sin sufrir mordeduras, cosa que se dio más fácil de lo que esperábamos.

La jornada no fue mala después de todo, me pasé toda la tarde leyendo y merendé un pedazo de cake de chocolate que había horneado hacía dos días. Vimos dos barcos pasarnos por al lado, en la distancia Nivas enciendió las luces y Monserrat nos esperaba con sus montañas humeando azufre. Una vez que pasaramos la isla, Guadeloupe nos sonría, entonces ya no escucharía el motor rugiendo y escupiendo humo y encontraría más comodidad para mi espalda, la noche se iba a aclarar con las luces de la cuidad, y mi corazón se iba a llenar de alegría, porque estaríamos a solo unas pocas horas de llegar a nuestro pedacito de paraíso en el Caribe.

Mientras yo decía , canta, motorcito lindo, canta, que quiero oírte cantar.


AnechyNotes


The Music of the Engine


February 25/2014

The weather forecast was wrong, wrong, or advanced. It was assumed that the wind would come from the northwest, but as soon as Salty Shores poked her nose off the coast of St. Barth, everything became clear: southeast, the wind was coming from the southeast. The wings of my heart became withered, that meant that we would not be able to navigate simply with the sails. And indeed, after a few hours long attempt we were only going 3 knots/hour. At this rate, the trip would be longer than 24 hours and uncomfortable. The captain looked at me with pity as he started the engine. I'd just taken my second dose of neutamine (seasickness pill). Then he asked me if I was feeling good, and only replied that I was hungry, starving. The night before had been harsh, the crisis of gastritis repeated for a third time, I even had to apologize to the friends we've gone to visit in St. Barth, so I was so hungry.

I went down to the gallery to prepare a sandwich, very simple, with spinach and hard boiled eggs. We had not finished lunch, when a fish got hooked. Oh, one tuna! We both thought, by the size and the silver of his scales, but when we got it close to the boat, it became clear it was a stinky barracuda. Jim went down to find gloves and pliers, to rid the the fish off the hook without suffering bites, which happened easier than we expected.

The journey was not bad after all, I spent the afternoon reading and ate a piece of chocolate cake I had baked two days ago. We saw two boats pass by, in the distance Nivas turned on its lights and the mountains of Monserrat were waiting ahead with its steaming sulfur. Once we passed the island, Guadeloupe would smile to us, then, we had no longer to hear the engine roaring and spewing smoke, and I'd found comfort for my back, the night was going to get clear with the lights of the city, and my heart would fill with joy, because we would be just a few hours away from our little piece of paradise in the Caribbean, Les Saintes.

In the mean while I said: Sing, cute engine sing! I want to hear you sing!

AnechyNotes


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