Monday, December 30, 2013

La despedida

En Cuba la situación ha llegado al limite que, como dice mi madre, la gente le ha perdido el amor a la vida y el respeto a los muertos. Empezando por el sistema burocrático con el que convivimos o sobrevivimos. Un funeral en Cuba es lo más deprimente que hay. Para empezar solo tenemos 24 horas para reunir a la familia, velar al muerto y enterrarlo.

Después de la visita del Papa Juan Pablo segundo, se abrió un poco más el servicio en la iglesia unos minutos antes del entierro, y el cura está apurado, porque tiene unos cuantos sermones fúnebres que dar al día. Me imagino que exceptuando por el nombre no cambia nada en su discurso. El edificio más horrible de Cuba es la funeraria, tiene varios salones, y por dentro son de mármol gris. Cada salón está dotado de balancines de aluminio y plástico, lo más incomodo en lo que se puede sentar uno a llorar a su muerto. Lo peor es que por las 24 horas uno está ahí; tratando de aceptar la realidad; vienen a visitar todo tipo de personas. Los curiosos, los parientes que nunca se acordaron del muerto cuando estaba vivo, y la llorona. Todo funeral tiene una llorona, que se para delante del muerto y lo mira a través del cristal y grita: ¡Ay! ¡que desgracia! ¡Tan joven! ¡Tan buena gente que era! ¡Mira, si parece que esta dormido! ¡Es como si en cualquier momento se fuera a despertar! O el típico llanto de: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué me hiciste ésto? Por suerte siempre aparece quien controle a la llorona. Yo llegue a creer que alguien les pagaba para que hicieran el papelazo. Pero esa no es la peor parte. La visita que llega para enterarse del chisme. Desde un rincón miran a todo el mundo en la sala y comentan: Ay, pero que demacrado estaba el (la) difunto (a)... Viste la (el) viuda(o), no ha echado ni una lágrima. Niña, si dicen que ya ella o él tenía un sustituto(a) Qué va a ser de esos niños, mira que un padrastro no es nada bueno... Y diez mil versiones de por lo mataron. Y estos salones tienen mejor acústica que el teatro nacional. Cuántas veces tiene que escuchar la familia esa fría frase: “lo siento”. A veces yo les preguntaría: ¿qué es lo que siente?
Y en el cementerio, los sepultureros están tan apurados en poner en poner el lastimoso ataúd en el hueco, que muchas veces ni esperan a que todo el mundo haya llegado. Solo falta que nos cierren la fría tapa de cemento en la cara. Nadie dice nada. La gente da la espalda y se va, como zombies de regreso a su rutina de supervivencia. La viuda, la madre, los hijos; regresan a sus casas a llorar en silencio contra la pared.

Después de lo que les cuento se imaginaran que los funerales no se me dan muy bien. Pero cuando se trata de acompañar a un amigo en su perdida, qué vamos a hacer. Para mi sorpresa el primer servicio al que asistí en Estados Unidos fue en una Iglesia. En la entrada, la familia puso fotos de la madre en diferentes etapas de su vida, todas la tomas eran bellas; un libro de firmas y el álbum con las fotos de su último cumpleaños. Desde el pasillo se escuchaba el piano y en el centro de la Iglesia, el ataúd, que parecía una cajita de música, con un bello ramo de lirios blancos encima. El lugar no podía sentirse más acogedor.

Cuando el servicio comenzó, puedo jurar que sentí que estaba en un set de Hollywood, porque ya había visto algo tan especial y perfecto en una comedia sentimental. La familia entró en orden con el cántico del coro, al que yo me sumé tarareando, porque no conocía la letra. Después del primer sermón del pastor, vino un coro de campanas. Cerré los ojos y en mi mente vi volar mariposas, todo era paz en el jardín donde el tintineo de las campanas se producía por millones de alas de colores; Seguía una plegaria, que si mal no recuerdo era 1ra de Corintios 13, uno de mis versos favoritos de la biblia.

Lo más bonito de este funeral: que yo le pondría otro nombre, porque servicio tampoco es el nombre apropiado; fue ver a toda una familia reunida, la diversidad colmaba la vista, los hijos, los esposos, nietos y bisnietos. Sus atuendos no podían ser mas elegantes o mostrar más respeto, me recordó otra de esas películas que vi muchas veces porque me impresionó tanto: La bella mafia. Pero en este caso no había nada de Mafia, se trataba solo del tiempo, de los recuerdos y de la unión. Ellos prepararon todo con mucho detalle, la música que su mamá prefería, hablaron de todas las cosas lindas que ella sembró dentro de ellos. Le dijeron gracias, mamá. Y cantaron en coro, acompañado por un violín. Hubo lágrimas y risas. El final el pastor habló con mucha sencillez, de los pocos minutos que compartió con ella.

Cada uno de los hijos tomó un lirio blanco, y salió a paso firme detrás de los dos hombres que se llevaban en solemne paso el ataúd. Los invitados salimos después y tuvimos tiempo suficiente para intercambiar saludos con aquellos que no habíamos visto antes de la ceremonia. Luego se forma la fila de autos, la policía detiene el trafico y todos llegamos juntos al cementerio, donde había una tienda y sillas sobre una alfombra verde. Una breve plegaria, los lirios fueron depositados sobre la madera, abrazos, luego risas. Luego pudimos hablar con la familia, comentarles cuan bonito había quedado la despedida de su madre. Ellos se iban a reunir y celebrar juntos la vida de su madre. Nosotros caminamos junto a otros amigos, después que vimos a toda la familia partir. Esa noche yo celebré por los míos, con un martini y lágrimas alivio.

AnechyNotes


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