Hoy me siento a chequear la
red, y la primera persona que aparece en la pantallita de mi iphone
es una compañera de aula en la secundaria. Ella me extiende una
invitación para ser su amiga en facebook. Mi cabeza se llena de
fantasmas y se revuelven todos aquellos recuerdos de mi sábado
negro. Las miradas “discretas” de la gente el lunes cuando
regreso a la escuela; sobre todo los comentarios. Tenía varias
amigas en 9no grado. Todas excepto esa, vinieron a sentarse junto a
mi. No dijeron mucho, qué podían decir. Hoy ella me manda una
invitación en facebook. ¿Que querrá decirme 20 años después?
En mi cultura se cree en los
espíritus, las almas vagando y en toda clase de culto sincrético.
De los que desafortunadamente la mayoría somos víctima, pues unos
cuantos se aprovechan del temor de la gente para hacer dinero. Según
ellos, los fantasmas en Cuba caminan por las calles desnudos, con
ropa; en coches, con sus caballos fantasmas. Nos miran mientras
dormimos o hacemos el amor. Se sientan a la mesa a vernos comer o
estudiar. Yo quisiera verlos alguna vez como ellos nos ven a
nosotros. La verdad, yo no tengo tiempo para eso, mientras ellos
tienen todo el tiempo del mundo, y para colmos están aburridos. El
tan prometido Cielo no está hecho para los fantasmas cubanos.
Mi compañera de aula, que
solía sentarse a mi lado, la que ahora quiere ser mi amiga en
facebook; me dijo en una de mis tardes tristes. “Lo siento, pero mi
mamá no me deja ir a estudiar a tu casa; porque dice que cuando
alguien se muere en un lugar el espíritu se queda vagando y molesta
a las personas que van a visitar”. Yo, que tengo fama de tener
respuesta para todo, me quedé sin palabras. Por mucho tiempo medité
sobre el razonamiento su mamá y la tenacidad de mi compañera de
clase al decírmelo. Hoy, mirando esa invitación en facebook, me
hallo preocupada. Yo preferiría que mis fantasmas anduviesen conmigo
y no que se quedaran en el sitio donde murieron. ¿Será que los
nuevos dueños son de su agrado? ¿Me extrañarán?
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