Sunday, January 5, 2014

El fin del año

In English

Este 31 de diciembre, después de la cena, nuestro amigo nos invitó a Jost Van Dyke, BVI. Esta isla se encuentra a 12 millas de St. Thomas. Al principio la idea sonaba un poco loca y hasta peligrosa, considerando que el lugar iba a estar lleno de botes y de gente tomando.

El paseo fue maravilloso. A la entrada de la bahía de Jost se podían ver todos los botes anclados. Una escena espectacular e inolvidable. Había cruceros pequeños, veleros de todos los estilos y tamaños. Cada uno lucía su esplendor con luces y música. La tripulación a bordo se regocijaba en la belleza de la noche, muchos se preparaban para montarse en los anexos e ir a tierra, donde la fiesta prometía ser en grande. Nosotros admiramos el panoramas, mientras buscábamos por un sitio cerca de la playa donde anclar. ¿Como íbamos a llegar a la orilla, a 100 metros de distancia? Bueno, nuestro anfitrión dijo que alguien nos haría el favor. Y sin dudas, cinco minutos después de haber anclado, pasó el primer anexo, y ese mismo nos llevó hasta la playa.

Una vez en tierra firme todos nuestros sentidos se pusieron alerta. La vista era sobre-estimulante. La música, la comida, el aire colmado con humos de “hierba buena”. La risa y la alegría en los rostros jóvenes intoxicados de ella. El primer lugar al que entramos fue al bar de Foxy's. La gente no estaba vestida, estaban disfrazados, y su mejor atuendo era el incógnito. Pedimos un trago: “painkiller”. Y luego caminamos calle abajo a disfrutar la escena en un espacio menos saturado. Los jóvenes gozaban su libertad. Se paraban delante de nosotros en la calle y gritaban: ¡Dame cinco! O bailaban con cualquier desconocido, todo el mundo respondía con la misma alegría. El ambiente era perfecto.


En nuestro camino había todo tipo de kioscos de venta, con bebida, bisutería y comida. Muchachos que ya sobrepasaban el límite de tolerancia del alcohol. Si no estaban acostados en la playa, durmiendo la borrachera; algún amigo los sostenía en su hombro. También había un grupo tocando Reggae, y más música en todos los bares tratando de hacer la competencia con el sonido. Bailamos una canción de salsa y regresamos caminando por la orilla de la playa, donde más gente llegaba. Eran las 11:30, el sueño me estaba venciendo. Entonces el autor intelectual de nuestra aventura, se le ocurrió la idea de llevarnos de regreso a Foxy's, donde la fiesta estaba en su punto candente. Los chicos a la entrada bailaban jovialmente con sus trajes de baño ajustados, que no dejaban nada a la imaginación, las botellas de cerveza cubrían las mesas y el suelo debajo de ellas. Las chicas ya habían perdido toda la timidez y bailaban sobre las mesas, jalándose la ropa para dejar ver algo más. Un muchacho vino con su disfraz de mimo y bailó delante de nosotros.



Luego el espacio comenzó a hacerse más pequeño, pasar de un lado a otro era un atropello. Eran casi las 12, yo no quería estar en medio de aquella locura cuando el reloj diera la hora exacta. Alguien derramó su bebida sobre mi, tratando se pasar por encima de la mesa detrás de nosotros. Eso lo dijo todo.






En la playa la gente se preparaba para el conteo. Y de repente los gritos de alegría, todos se abrazaban, las parejas se besaban. Los borrachos que roncaban acostados en la arena; se incorporaron del susto y luego se acostaron otra vez. La aventura de Jost Van Dike estaba llegando a su fin y yo pensaba: ¿cómo vamos a llegar al bote? Al mismo tiempo me sentía bien en la playa, con la briza, las estrellas y el lugar contaminado de alegría. Entonces unos jóvenes, delante de nosotros, tal vez un poquito intoxicados, se quitaron la ropa en histéricos gritos. Y así, como Dios los trajo al mundo, se metieron al agua.

Después de las doce es mejor irse”. Sugirió nuestro amigo. Lo seguimos al muelle donde varias personas se subían a sus anexos para partir. Yo estaba un poco incrédula. El primero nos dijo que no. Pero el segundo, preguntó que cuántos eramos y enseguida nos invitaron a montar. “¡Viva Noruega!” Gritamos nosotros. Y en cinco minutos emprendíamos nuestro regreso a Red Hook, sanos y salvos. Después de todo, lo que pasa en Jost, se queda en Jost.


AnechyNotes

The end of the year


This December 31st , after dinner, our friend invited us to go to Jost Van Dyke, BVI. 12 miles from St. Thomas, by boat. At first the idea sounded a little crazy and even dangerous, considering that the place would be full of boats and people drinking, but the ride getting there was wonderful.

At the entrance of the Bay Jost we could see all the boats anchored. A spectacular and unforgettable scene. There were small cruise ships, sailing vessels of all styles and sizes. Each looking its best with lights and music. The crew on board was rejoicing in the beauty of the night, many were preparing to mount in the annexes and go to shore, where the party promised to be big. We admire the view, while looking for a place near the beach to anchor. How would we reach the shore, 100 meters away? Well, our host said someone would give us a ride. And undoubtedly, five minutes after having anchored, the fisrt dinhgy came by, and that same one took us to the beach.

Once onshore all our senses got in alert. The view was over-stimulating. The music, the food, the air filled with smoke “of good weed". Laughter and joy were drawn on faces of the young people, intoxicated by it. The first place we went to was Foxy's bar. People weren't dressed, they were wearing costumes, and their best attire was the incognito. We ordered a drink, "painkiller". And then we walked down the street to enjoy the scene in a less cluttered space. The young people were enjoying their selves. They stood on front of us and shouted :Give me five! Or dance with any stranger, everyone responded with the same joy. The atmosphere was good.


On our way there were all kinds of kiosks selling, with drink, jewelry and food. Some kids had exceeded their limit of alcohol tolerance. If they were not lying on the beach, sleeping it off, they were holding on to a friend's shoulder. There was also a band playing Reggae, and more music in every bar trying to compete with the sound. We danced a salsa song and back walking along the beach, where more people were coming from the boats. It was 11:30, I was getting sleepy. Then, the mastermind of our adventure, had the idea of taking us back to Foxy's, where the party was at its hot spot. The guys at the entrance danced merrily in their tide swimming suits, which left nothing to the imagination, there were beer bottles covering the tables and the floor beneath them. The girls had lost all shyness and danced on the tables, pulling his clothes to reveal a little bit more. A boy came with his mime costume and danced front of us.

Then space began to get smaller, moving from side to side was an outrage. It was almost midnight, I did not have the desire to be in the midst of this madness when the clock struck the exact time. Someone spilled his drink on me, trying to be passed over the table behind us. That said it all.






On the beach people were prepared for counting backwards. And suddenly the cries of joy, everybody hugging, the couples kissed. The drunk guys snoring on the sand joined fright and then lay down again. The adventure in Jost Van Dike was coming to an end and I thought: How are we going get back to the boat? At the same time it felt good to be on the beach, with the breeze, the stars and place contaminated with joy. Then some young men in front of us, maybe a little intoxicated, pulled their clothes off in hysterical screams. And so, as God were brought to the world, they went into the water.

"Is better leave after twelve." Suggested our friend. We followed him to the dock where several people were rising to their annexes. I was a little incredulous. The first group he asked said no. But the second, inquired him how many we were and then invited us to ride. "Long live to Norway!" we shout. And in five minutes we were ready to start our return to Red Hook, safe and sound. After all, what happens in Jost, stays in Jost.

AnechyNotes